A sus 16 años, Hazel Grace se sabe condenada a vivir con un cáncer que, tarde o temprano, terminará con su vida. Sin saber cuándo llegará el momento, Hazel se limita a vivir la vida a su manera hasta que conoce a Augustus Waters, un chico enfermo de cáncer, como ella, que dará un giro a su vida.
Si, admito que con este argumento, más de un@ se echará para atrás. Otr@s lo haréis por el echo de ser una novela juvenil o por los tintes románticos que desprende.
Sin embargo, hay algo que hace destacar muy positivamente esta novela y es que, a pesar de lo triste que es la historia que cuenta, la novela te demuestra que no todo tiene que ser así, que la vida la vives como tú quieres y que todo tiene un lado positivo aunque cueste encontrarlo. De este modo, y siempre desde el punto de vista de Hazel, el autor (John Green) nos ofrece un relato plagado de escenas emotivas que dan paso a páginas plagas de positivismo llegando, incluso, a sacarte más de una sonrisa.
A través de las páginas podemos notar que el autor ha trabajado con niños con cáncer, de ahí que sepa transmitir tan bien cómo debe sentirse un enfermo que se sabe terminal (con el punto extra de que el enfermo en cuestión sea un niño, al que siempre resulta más complicado decirle que morirá debido a su enfermedad tras sufrir durante un tiempo indeterminado). Es por eso que el libro resulta tan real al leerlo, porque todo está dentro de la lógica de los enfermos de cáncer, unos "llegan" mientras que otros "se van" sin tener que, necesariamente, implicar que todos vayan a seguir el mismo camino.
Yo recomiendo su lectura porque, además de ser bastante ligera y rápida de leer, es una historia muy emotiva que nos puede ayudar a todos a comprender cómo se puede sentir un enfermo de cáncer en determinados momentos y cómo debemos actuar o podemos ayudarle. Además de que el libro está muy bien escrito con lo cual, da gusto leerlo porque no se hace nada pesado.